El Cuento del Abuelo
Autor: Hebe Zemborain
- Abu… es la hora.
Mariano cerró el libro, sonrió y murmuró: está visto que hoy tampoco me salvo. Los chicos lo rodearon sin privarse de gritos, empujones y reclamos para estar más cerca del sillón, cesaron cuando levantó la mano y dijo:
- Basta de tanto barullo chicos, hoy le toca elegir a Lelia.
- ¿Otra vez a ella?
- Juan, otra vez no, tu turno fue ayer, mañana el de María , después Lucía y luego Pablo, así termina la ronda y empieza de nuevo contigo, no quiero más discusiones sobre el tema, ¿entendido?
Las cabezas se inclinaron aceptando, sentados y modositos dispuestos para escuchar.
- Abu quiero que nos cuentes algo que te sucedió estando en la Antártida y que sea re emocionante –pidió Lelia.
- ¿Qué es emocionante Abu?
- Ay, María no empieces con tus bobadas.
- Otra vez Juan… No me gusta que hables así María es chiquita y no entiende algunas cosas. Emocionante es aquello que te provoca alegría o miedo o sorpresa ¿entendiste mi amor?]
- Sí Abu.
- Perdón, no lo volveré a hacer.
- Bien… tendré que pensar un poco porque hubo muchas cosas emocionantes en la Antártida.
Pero en una ocasión… Ocurrió algo mágico.
La palabra obró el milagro, los chicos expectantes no perdían ni una sílaba.
- Una mañana estaba ocupado en mis tareas al aire libre cuando me llamó la atención un sonido raro, muy particular, intrigado fui hacia el lugar de donde parecía provenir y con gran sorpresa me encontré…
- ¡Con un tigre! –grito Pablo Una carcajada brotó espontánea.
- En la Antártida no hay tigres, burro, hay focas y pingüinos- aclaró Juan mirando de reojo al abuelo.
- Me encontré… con un albatros que estaba tratando de zafar de algo enganchado en su pata derecha, me acerqué con cuidado.
- ¿Y no te dio miedo?
- No, los albatros son aves muy amigas del hombre, muchos marinos creen que son de buena suerte, se la considera la más antigua y puede vivir más de cincuenta años.
- ¿Tanto?.. Abu me parece que se te fue la mano.
- No, no exagero nada, en otro momento vamos a investigar sobre los albatros ¿les parece bien?
- Si pero ahora seguí con el cuento.
- Como les dije me acerqué con precaución y traté de liberarlo por cierto me costó bastante trabajo porque con los movimientos que había hecho para tratar de zafar se había formado una maraña tremenda de hilos plásticos, pero al fin lo logré.
- Y salió volando-dijo Lucía.
- Saben que no, se mantuvo quieto y me miraba como si me agradeciera. Lo acaricié por un minuto hasta que se levantó y comenzó a aletear para tomar vuelo, poco después se elevaba y sus alas enormes parecían una mariposa gigante en el cielo.
Después de ese día aparecía en el campamento en cualquier momento, lo reconocíamos porque conservaba algunos hilos en su pata y lo llamé Alka.
Un día después de una copiosa nevada, con mi amigo Luis teníamos que reparar una construcción que estaba alejada de la Base. Mientras trabajábamos apareció Alka y se posó sobre un montículo para observar nuestra tarea que era bastante complicada.
Nos faltaba poco para terminar cuando Luis comenzó con estornudos y escalofríos, estaba aterido entonces lo convencí para que regresara pues yo podía concluir lo que faltaba. Terminé antes de lo pensado y de inmediato inicié el regreso a la Base pues estaba muy cansado.
Alka me siguió.
Había caminado unos trescientos metros cuando me encontré con un cuadro que me heló la sangre.
Luis había caído en una grieta y se debatía para poder subir.
No tenía tiempo que perder busqué algún elemento que pudiera ayudar, sólo tenía una soga, entonces hice un lazo y la tiré para que la sujetara.
Fracasó una y otra vez, creí que ya no podría conseguirlo pero logró atrapar el lazo y colocarlo bajo las axilas así, decía mientras mostraba cómo Luis lo había logrado. Pero ahí comenzó otra etapa más difícil porque debía tirar de la soga para subirlo a la superficie.
Las manos se me acalambraban, a pesar de la temperatura de varios grados bajo cero transpiraba a chorros y mi desesperación aumentaba mientras mis fuerzas disminuían, miré a Alka y pensé: "si pudieras ayudarme…"
Cuando ya creía que sería imposible lograrlo ocurrió algo sorprendente y me dije que estaba sufriendo una alucinación.
Alka pasó rasante a mi lado, sujetó la soga con el pico y en un esfuerzo sobrenatural se alejó un tramo, aproveché el impulso y tiré con todas mis fuerzas, las últimas que me quedaban.
Segundos después habíamos logrado subir a Luis y salvarlo del peligro.
Tirados sobre la nieve esperamos hasta controlar la respiración.
Cuando volvimos a la normalidad y nos pusimos de pie vimos cómo Alka desaparecía en el horizonte.
- ¡Alka lo salvó! -gritó Juan.
- Sí, nos salvó a los dos pues si yo no lograba sacarlo me hubiera quedado con él y lo más seguro es que hubiéramos muerto congelados.
Gracias al esfuerzo fenomenal de Alka todo salió bien ¿y saben qué creo?
Que quiso demostrarnos que era un ave muy agradecida.
Un aplauso entusiasta hizo sonreír al Abu.
Hebe Zemborain
Cuento dedicado a los niños, escritos especialmente por la autora para la Fundación Marambio.