Témpanos, grietas, sastrugis, blanqueo, cencellada, espejismo; son términos que habitualmente no utilizamos, pero que, en estas regiones, en la Antártida, lo hacemos diariamente y más si estamos transitando en patrulla sobre mar congelado y barrera de hielo.
Integré la dotación anual de la Base Aérea Teniente Benjamín Matienzo (1967/68) ubicada en el nunatak Larsen sobre el mar de Weddell a 3377 kms de Buenos Aires.
La misma se encontraba en emergencia ya que era el segundo año consecutivo en que el rompehielos ARA General San Martín (Q-4) no podía hacer la penetración por la densidad del hielo, para hacer la descarga de todo el material en cercanía de la base.
Se decidió hacerlo en la Base de Ejercito Esperanza, para luego ser trasladada en trineos, sobre el mar de Weddell, arrastrados por los vehículos Snow Cat y el pequeño avión monomotor Beaver DHC-2, cuya capacidad es de seis personas o dos tripulantes y carga.
Las tareas que se realizaban eran las habituales a la de estas regiones, a esto se le agregaba el hecho de tener un avión que nos permitía llegar a la Estación Aeronaval Petrel y a la Base de Ejército Esperanza, ya que de ésta podíamos trasladar el material necesario y hacer intercambio de personal.
La puesta en marcha de la usina era limitada ya que la falta de combustible nos obligaba a racionar su funcionamiento.
Lo hacíamos dos horas por la mañana para comunicarnos con el edificio Condory una hora a la noche para sociabilizar con otras bases y la familia.
A medida que transcurría el año, las temperaturas iban descendiendo y el uso de estufas a kerosene no eran suficientes, además de ser poco amigables con el medio ambientey el peligro de generar un incendio.
Llegamos a tener 30 grados bajo cero en el interior de la casa habitación, lo que nos obligaba a dormir vestidos.
Las patrullas a la costa, distante 40 kms, eran frecuentes para traer tambores de combustible y víveres, materiales que en algunos casos ya tenían 2 años desde su descarga y se encontraban bajo una capa de hielo y nieve, las mismas estaban señalizadas con banderines de distintos colores que indicaban si eran tambores, víveres, ropa, herramientas u otro material.
Dicha tarea se realizaba mínimo con dos vehículos, por seguridad, arrastrando dos trineos cada uno y el hecho de que algún integrante de la dotación ya hubiera estado uno o dos años antes, colaborando en la descarga, agilizaba la operación.
A las 08:00 hs, después del desayuno, formados en semicírculo en el comedor, el jefe de base impartía las tareas que debíamos llevar a cabo ese día. Si la meteorología lo permitía se realizaban tantos vuelos como fuese posible para traer los materiales más urgentes desde la Base Esperanza.
Esta tarea requería la atención de todos y cada uno de acuerdo con su especialidad.
Los mecánicos debían chequear el estado general del avión, quitar las amarras del anclaje y calefaccionar el motor para su puesta en marcha.
Meteorología se encargaba de las condiciones del clima tanto en Matienzo como en el destino, ya que en la Antártida es cambiante en cuestión de minutos.
Los motoristas acarreaban el combustible para el avión y demás elementos a trasladar y controlar el funcionamiento de la usina para mantener en servicio las comunicaciones.
El radio operador se mantenía en permanente contacto con la base de destino y aledañas para tener información del clima al momento.
Los mecánicos de comunicaciones permanecían atentos a cualquier inconveniente técnico que pudiese surgir.
La cocina preparaba termos con café y sanwiches para los tripulantes que iban ida y vuelta en un operativo que duraba 5hs promedio.
En ocasiones, si el clima desmejoraba y por seguridad, se debía regresar al punto de partida y esperar a veces dos o tres días a que el clima mejore.
En una oportunidad los dos pilotos que tripulaban el Beavery a muy corta distancia de Matienzo, se enfrentaron con "blanqueo", fenómeno durante el cuál no hay sombras y se pierde toda referencia geográfica y distancia con el suelo, por lo que tuvieron que arriesgar el amerizaje ante la falta de combustible y comunicación radial.Un par de horas después llegaron carreteando a la base.
Cada integrante tenía su especialidad, que la ejercía según las necesidades del momento, a la vez que todos realizábamos las tareas generales para el buen funcionamiento las instalaciones.
Como observador meteorológico, mi función consistía en hacer las observaciones cada 3 hs en turnos de 24 hs, codificarlas y pasárselas al radio operador que las transmitía a Base Orcadas y que a la vez las pasaba al Servicio Meteorológico Nacional.
También efectuaba la medición y dirección del viento en altura con globos y teodolito meteorológico.
En un sector apropiado se encontraban las cañas nivométricas que indicaban la cantidad de nieve que precipitaba durante determinado tiempo y que debía leerlas para constatar el aumento o disminución de la capa de hielo.
En caso de mal tiempo y con viento de hasta 150 kms por hora, debía colocarme un arnés, engancharlo a una "soga-guardavidas" y recorrer los 30 mts. de distancia que separaba la casa habitación hasta el abrigo meteorológico donde estaban los instrumentos que debía leer.
Mis tareas no se limitaban sólo al clima, también era responsable de la fauna y la flora, debiendo anotar los mismos en un registro.
En una oportunidad pude apresar con una trampa casera y artesanal un skua, es un ave que se caracteriza por su gran tamaño y agresividad, la que registré y anillé de acuerdo conlo estipulado en las normas correspondientes.
También debí instalar y operar un sismógrafo fijo, instrumento para medir los movimientos de las placas tectónicas o litosféricas, cuya ubicación del sensor requirió cavar un pozo de un metro cúbico de profundidad a pico y pala, tarea que necesitó de la colaboración de todos, ya que la roca volcánica es muy difícil de extraer.
"Hacer agua" era una de las tareas que requería el funcionamiento de la base y que en grupo de 5 o 6 personas y armados con un pico nos trasladábamos en un vehículo SnoCat o Wissel con trineo de arrastre hasta una zona de grietas, donde la irregularidad de las paredes nos favorecía para sacar bloques de hielo compacto y en algunos casos transparentes, para luego ser licuados en un recipiente calefaccionado de gran tamaño y obtener el agua suficiente.
Por seguridad, debíamos encordarnos para evitar la caída en una grieta.
En verano esta tarea se dificulta ya que la poca densidad y tamaño del hielo que se obtiene no ofrece el mismo rendimiento.
La base cuenta con una cámara frigorífica, aunque resulte paradójico, ya que en una dotación anterior y ante la falta de la misma, para conservar la carne y embutidos se guardó en zona de grietas, pero en el verano se echaron a perder.
"Hoy me tocó hacer de María", decíamos todos, incluido el jefe de base, cuando era nuestro turno de realizar las tareas de las áreas comunes de la casa.
Nos resultaba raro y hasta insólito que un subalterno pidiera un vaso, una servilleta u otro elemento cuando "María" era el jefe de base u otro personal superior.
Dicha tarea se iniciaba despertando a toda la dotación, luego sirviendo el desayuno, almuerzo, merienda y cena.
Dentro de las actividades que desarrollábamos, también debíamos cargar con hielo la licuadora para hacer agua, colaborar entre la cocina y el servicio de mesa y podíamos ese día lavar la ropa personal
Esta última tarea me recuerda un hecho muy peligroso que me ocurrió, ya que lo que estaba lavando se enganchó en la paleta del lavarropas y al tratar de retirarla me produjo un shock eléctrico que tiraba mi cuerpo hacia adentro y al zafar me arrojó con fuerza contra la pared, lo que me provocó un fuerte golpe en el hombro.
Los sábados había baño para toda la dotación si teníamos calefacción y las tuberías no estaban congeladas.
Una vez al mes recibíamos una botella de wiski o coñac y una caja de cigarrillos.
El último sábado del mes, se festejaban los cumpleaños, para lo cual nos vestíamos con ropa de civil, recibíamos regalos, comíamos torta y bailábamos con música del grupo "Los Skúas Inéditos", del cual yo formaba parte tocando la batería y el cencerro que fabriqué, también había guitarra, bombo, maracas y rallador.
El jefe de base nos comunicó que haríamos una patrulla a la costa para traer víveres y combustible, ya se habían hecho otras durante el año, pero esta era la primera que yo iba a integrar.
Son unos 40 km de distancia, lo que nos hacía pensar, según la época del año, que máximo en dos días regresaríamos.
En la Antártida por las dudas hay que duplicar todo, tanto en tiempo como elementos.
Hacer los preparativos significa acondicionar los dos vehículos SnoCat que utilizaríamos, revisar los trineos, preparar una carpa y un cajón de supervivencia cada dos hombres, (víveres, deshidratados, condimentos, vajilla y elementos para cocinar), sol de noche, calentador, herramientas, algunos repuestos, cajones de supervivencia, elementos personales, la bolsa cama y el listado sigue.
Ya entrado el invierno antártico los días se acortan amaneciendo a las 08:00 y se hace de noche alrededor de las 17:00 hs. y en esta latitud las horas diurnas se reducen a seis horas, lo que limita las tares fuera de la casa o depósitos y quienes hacen tarea en patrulla, deben permanecer más horas dentro de la carpa.
"Por los preparativos y aprovechando el buen tiempo salimos después del medio día mediodía. Vamos tres hombres por vehículo, el cielo despejado y la temperatura 22 grados bajo cero (-22º). Traigo un termómetro y un anemómetro de mano para medir la dirección e intensidad del viento. Los sastrugis que se forman por la erosión del viento sobre el suelo nevado dificultan el avance de los vehículos. Unos kms. antes de llegar a destino se rompió un elástico de uno de los Snow Cat. Se comienza la reparación que los mecánicos estiman unas dos horas. Esto nos obliga a armar el vivac para pasar la noche.
Al día siguiente, después de desayunar cada uno en su carpa, mientras desarmamos el campamento y terminan la reparación, con una lámpara de soldador y acostado bajo el vehículo se calienta el cárter para licuar el aceite del motor congelado antes de ponerlo en marcha. Se le coloca la batería que previamente se le había quitado y que se guardó en un cajón forrado en telgopor y dentro de la carpa para evitar su congelamiento. El radiador no es problema ya que se coloca anticongelante. Al levantarnos la temperatura era de 31.5 bajo cero. Horas después llegamos a la zona donde estaba la carga. Dentro del material que se encontraba en el lugar para regresar a Buenos Aires. había un avión DHC-3 "Otter" y otro DHC-2"Beaver" accidentados tiempo atrás. La mayor parte de lo que fuimos a buscar estaba bajo una gruesa capa de hielo y nieve, lo que requería mucho cuidado en el manejo del pico para no dañar un cajón o perforar un tambor. También había un "tambucho" que es como un contenedor forrado de aluminio, con un dormitorio con seis camas y una cocina, y otro más chico que oficiaba de cocina-usina. Ambos montados sobre patines y su interior inhabitable por la presencia de nieve y falta de uso.
Las tareas nos llevaron más tiempo del que pensábamos y la noche no se hizo esperar acompañada de ventisca y nubes poco amigables. Armamos un círculo con los vehículos y trineos para atajar el viento y montar las carpas en el medio, tarea nada fácil cuando su intensidad superalos 50 kms/h y por momentos se producen ráfagas. La temperatura por debajo de los menos treinta grados (-30º) y con viento, aumenta la sensación térmica y entorpecen los movimientos del cuerpo, especialmente de las manos.
Ya adentro de la carpa, cargar con kerosene el sol de noche, colocar alcohol con la alcuza en el quemador, prenderlo para calentar el gasificador, darle presión con la bomba del tanque y girar la aguja para que encienda, en esas condiciones, es todo un desafío. Misma operación para el calentador. La carpa tipo Belgrano de 2.20 mts de largo x 1.60mts. de ancho y 1.20mts de alto, con capacidad para dos personas, color anaranjado para facilitar su identificación en zonas de nieve, no tenía ninguna protección ni sobre techo, y la temperatura interior una vez apagada la fuente de calor era la misma que afuera, lo que nos obligaba a dormir vestidos dentro de la bolsa de dormir.
Todo a nuestro entorno era inflamable: carpa, vestimenta, bolsa cama, cajón de supervivencia y algún otro elemento menor, lo que requería sumo cuidado con el calentador prendido para cocinar y la carpa sacudiéndose por el fuerte viento.
Un año después, durante la construcción de la pista en la Isla Vicecomodoro Marambio, se nos incendió el calentador y abriendo un tajo en la carpa lo arrojamos al exterior. Al despertarnos, la prenda que nos cubría la cara, con nuestro aliento y respiración estaba adherida con hielo a la barba y bigote. Durante 2 días el viento, y por momentos la nieve, nos impidió trabajar. Cada tanto debíamos salir para ajustar los vientos-tensores de la carpa, retirar la nieve y hacer nuestras necesidades.
Charlar, cocinar, escribir, dormir o realizar algún juego de cartas o dados era todo lo que se podía hacer a la espera de que el clima mejorara y continuar las tareas. A veces, establecíamos un diálogo con otra carpa si el rugido del viento lo permitía. Al tercer día, el "maranfio" (denominación del viento rastrero) desapareció. , es el término vulgar que utilizamos para referirnos a este tipo de clima.
Las tareas se reanudaron con mucho esfuerzo ya que el hielo y el tiempo se encargaron de adherir todo el material al suelo y unos con otros. El mayor cuidado al desenterrarlos con el pico, lo requerían los tambores de 200 lts. y los tubos de gas de 40 kilos. Los cajones, por cuestión de traslado y manipuleo son de 40 cms. de lado y 40 kilos de peso.
Ya entrada la noche dejamos los trineos cargados y le comunicamos a la Base Matienzo, por medio del BLU (Banda Lateral Única en comunicaciones), que al día siguiente iniciaríamos el regreso. Luego de un reparador descanso y desayunar, comenzaron los preparativos. Dos trineos por vehículo cargados con tambores, tubos de gas, cajones rotulados con víveres y se decidió regresar los dos tambuchos para acondicionarlos en la base ya que en un futuro operativo serían utilizados. El avance era lento y de mucha paciencia, teníamos que abrir de nuevo las huellas sobre la nieve ya que las anteriores el "maranfio" se encargó de borrarlas, de formar sastrugis y demasiada carga de arrastre. Pasado el medio día a un Snow Cat se le rompió la cremallera de un pontón delantero. Los menos 32 grados (-32º) y el viento dificultan la manipulación de las herramientas con poco abrigo en las manos. Matienzo nos informa que el mal tiempo se avecina, por lo que se decide armar carpas e interrumpir el viaje. Ya entrada la noche e iluminados con faroles sol de noche terminan la reparación.
El día amaneció claro y calmo, el sol iluminaba la nieve hasta el infinito, las montañas de la cordillera antártica reflejadas por el sol despedían destellos en distintos tonos dorados, pardo azulino y plateados, que se confundían con un cielo claro, celeste y carente de nubes.
Ante tanta belleza era imposible no conmoverse hasta las lágrimas, aunque el frío me quemara el rostro; sentirme pequeño en la inmensidad que me rodeaba. Pasado el mediodía llegamos a la Base Matienzo. La rutina continúa realizando patrullas a la costa, vuelos a Petrel y Esperanza y demás tareas para el funcionamiento de la base que continuaba con sus limitaciones.
En el mes de mayo, a requerimiento de la División Antártica del Comando de Operaciones Aéreas, se envió la lista de los que deseábamos integrar la dotación del año siguiente. La mayoría dijimos que sí, pero al llegar noviembre y saber que el relevo comenzaría a navegar hacia estas latitudes, los deseos iniciales fueron desapareciendo.
No fue fácil confirmar la determinación al ver al rompehielos bajando la carga y sabiendo que en horas soltaría amarras para abastecer a otras bases y regresaría a Ushuaia o a Buenos Aires. Lo abordabas, o te quedabas 12 mese más; decisión nada fácil y que había sido acordada con la familia. De los 17, solo 3 nos quedamos un año más.
Sin saberlo, por este hecho el destino nos honró junto a otros 18 camaradas, al ser integrantes de la Patrulla Soberanía, fundadora de la Base Marambio de la Antártida Argentina (Año 1969) la que construyó y fundó la pista natural de tierra del Continente Antártico, en la actual Base Marambio.
Deseo rendir homenaje a mis camaradas y compañeros con quienes compartí un año de intenso trabajo y experiencia muy difíciles, quienes me cuidaron y ayudaron cuando hizo falta y aconsejaron cuando me equivoqué.
No volví a verlos durante mi estadía activa en la fuerza, pero el recuerdo de cada uno de ellos permanece en mi memoria cada día.