HELICÓPTEROS SOBRE LA ANTÁRTIDA
Autor: Vicecomodoro Rubén Esteban LIANZA
Jefe de la Base Marambio - Dotación XXXVI (36) 2004/05
Todos los años, durante los meses de verano, se llevan a cabo desde la Base Antártica Marambio operaciones aéreas con helicópteros, tanto de la Armada Argentina como de la Fuerza Aérea Argentina. En Enero de 2005 comenzaron a operar en primer lugar los Sea King del Rompehielos Almirante Irízar, que día y “noche”, aprovechando el largo día Antártico, desde las “soleadas” 03:00 hs. de la madrugada hasta las 23:00 hs. de la “tarde” iban y venían, como abejas, descargando los tanques “rolling” llenos de GOA (Gas Oil Antártico), elemento vital que nos permitiría sobrevivir al próximo invierno. Los “rolling” eran descargados sobre una plataforma especial en el extremo norte de la batería de tanques de Marambio, una enorme instalación en serie parecida a un rosario de tanques anaranjados, que pueden almacenar hasta 640.000 litros de combustible. Los Sea King tenían que ir y venir hacia y desde el Rompehielos unas 600 veces (durante 7 largos días de operación) para descargar la totalidad de combustible en aquellos “rolling” reutilizables que a presión y depresión se inflaban y vaciaban constantemente. Casi simultáneamente con los últimos días de operación de los Sea King, llegaron a la Base dos máquinas Bell 212, cada una estibada en la bodega de un C-130. Junto con ellas arribaron los 25 efectivos del primer contingente. Pilotos y Mecánicos. La primer tarea, dar de alta a las máquinas y a posteriori comenzar los vuelos de los campamentos, distribuyendo a los científicos del Instituto Antártico Argentino y su carga de víveres y equipos por las islas vecinas. Mientras hubiera buena meteorología, no había tiempo que perder. La tarde del 10 de Enero pudo verse claramente como iba tomando forma toda la compleja operación, de hecho fue una tarde muy especial. Un helicóptero Bell 212 recién ensamblado, se ponía en marcha para salir en vuelo de prueba. Simultáneamente un Sea King llegaba a la plataforma de GOA trayendo otro “rolling” de tantos, mientras que, al mismo tiempo, sobre la vertical de la Base, un C-130 recién arribado desde el continente, sobrevolaba el aeródromo, realizando lo que se conoce como “circulación visual” para aterrizar por la cabecera opuesta. Ver esas tres máquinas operando simultáneamente en Marambio producía un sentimiento bastante difícil de poner en palabras. Era una imagen que no habíamos visto en mucho tiempo y que muy probablemente no se volvería a repetir.
Dado lo extenso del día, era la mejor época del año para las operaciones aéreas. Conforme avanzaba el verano, el Mar de Weddell se descongelaba gradualmente y enormes témpanos tabulares flotaban frente a las ventanas que miran hacia el Este. Desde el Módulo Principal de la Base podía verse el Mar de Weddell como desde un “mirador”, por estar las instalaciones al borde de una barranca a 230 m. de altura sobre el Nivel del Mar. Los atardeceres eran cada vez mas largos y la noche ya no existía. El sol ya muy bajo de las 23:00 hs imprimía en las altas paredes de los témpanos un irreal color naranja. Aquellos bandejones de un blanco inmaculado contrastando con sus paredes teñidas de anaranjado y el celeste imposible de su porción sumergida, dispersos en un mar azul y con un cielo infinito como telón de fondo, hacían de todo el conjunto algo mas parecido a un cuadro impresionista que a un paisaje del mundo real.
Y es en este veraniego escenario antártico en donde comenzó la operación con helicópteros. Los dos Bell 212 que acababan de llegar, también exhibían una interesante paleta de colores. Era un patrón de blancos y naranjas, muy a tono (y casi camuflados, diríase) con la típica combinación antártica de nuestras rojas instalaciones con la nieve circundante (ver foto en Base Matienzo.)
Los vuelos salían toda vez que la caprichosa meteorología del verano antártico lo permitía. Sobre la plataforma frente al Hangar se cargaban los Bell con las cajas e insumos de los campamentos, que ya esperaban desde el día anterior convenientemente acondicionadas y agrupadas por el personal de la DNA. De allí salían los helicópteros en rodaje a baja altura hacia la cisterna de JP-1 y recién entonces, completos de combustible, partían rumbo a su destino, que podía ser tan cercano como Isla Cerro Nevado donde se encuentra el ahora Museo/Refugio de Otto Nordenskjöld, o tan lejanos como la Isla Vega o la Isla James Ross, donde había varios campamentos diseminados, cada uno de los cuales trabajaba en alguna diferente rama de la ciencia. El día 25 de Enero efectuamos un vuelo al Nunatak Foca, donde está emplazada la histórica Base Matienzo, que en esos momentos estaba ocupada por una dotación de 10 hombres. Habíamos visitado a Matienzo en Noviembre de 2004, cuando aún estaba cerrada, anevizando con el Twin Otter sobre el glaciar de la Barrera Larsen, la cual está desapareciendo a un ritmo alarmante. Sabíamos que dentro de pocos años ya no podríamos anevizar nunca mas allí. En 1965, cuando se lanzó el Cohete Gamma Centauro desde Matienzo, el borde de la Barrera Larsen, o sea la costa, se encontraba distante a unos 25 km. de la Base y allá a lo lejos el “Nunatak” de Matienzo sobresalía como una oscura y elongada isla en medio de la blanca llanura del glaciar. En los últimos 30 años la enorme masa de hielo milenario ha ido experimentando el gradual retroceso de su frente hasta la desintegración de sus bordes que se han alejado flotando a la deriva como témpanos tabulares, hasta que, finalmente, la punta del Nunatak sobre la que se levanta la Base Matienzo, se encuentra en la actualidad rodeada por las aguas del Mar de Weddell asemejándose a la cubierta de un negro submarino que acaba de emerger (ver foto). Hace 40 años había que caminar 30 kilómetros para llegar a Matienzo. Hoy en día, cualquier barco de poco calado puede llegar hasta el pié mismo de la Base. En aquella primera visita de apoyo logístico con los Bell 212 a la Base Matienzo capturamos imágenes digitales que verdaderamente ameritaban ser incluidas en esta nota.
Los Bell 212 no solo llevaban y traían carga y pasajeros hacia y desde los campamentos sino que también colaboraron en la extracción de basura histórica de la submeseta de la Isla Marambio. Incluso, una de esas operaciones, al mando del “Coyote” (Jefe de Escuadrón Aeromóvil de Bell 212), rescató el rotor principal de un helicóptero UH 1H accidentado en 1975. El cubo del rotor y el segmento central de ambas palas de hélice reposan hoy en el Museo de Marambio, como tributo y homenaje a aquellos tres hombres que perdieron la vida en acto del servicio. Gracias a la operatividad del Jefe de Escuadrón, en muy pocos días todos sus pilotos quedaron habilitados para la operación antártica, tanto en izados con grúa y eslinga como también para operar sobre la difícil cubierta del Rompehielos Almirante Irízar En el primer turno de operación, los Bell 212 habían totalizado 106 horas de vuelo sobre la Antártida, cubriendo una distancia de 17.668 km sobre las regiones mas inhóspitas del planeta, transportando además un total de 33.397 kg de carga y hasta 200 pasajeros.
Al arribar el Hércules del 8 de Febrero, tuvimos, con tristeza, que despedir a buena parte del primer contingente de pilotos, incluyendo el Jefe de Escuadrón, siendo reemplazados por un segundo grupo de pilotos y mecánicos. Dos de los pilotos que nos acompañaron en esa primera temporada partirían luego en una misión hacia la Isla de Haití, donde les esperaba una nueva aventura operativa, diferente a la de Antártida, pero igualmente riesgosa.
Cabe destacar muy especialmente, que además de las tareas operativas planificadas, el 10 de Febrero, el escuadrón Bell 212 debió realizar un vuelo de evacuación de emergencia en la Isla James Ross donde ocurrió una situación realmente apremiante. El huracanado viento blanco que superó los 120 Km/h hizo literalmente desaparecer, casi en su totalidad, un campamento de científicos del Instituto Antártico Argentino. Las carpas y hasta los tambores de 200 litros fueron barridos por el viento y hubo que rescatar a dos personas en forma inmediata, realizando una operación aérea sin precedentes y en condiciones meteorológicas realmente marginales.
Los Bell continuaron imprimiéndole vida a la Base y a las islas circundantes con su vibrante sonido de baja frecuencia, durante otro mes mas. El segundo contingente sumó horas y carga a las cifras del primer turno, totalizando nada menos que 194.27 horas de vuelo, 32.380 kilómetros recorridos y habiendo transportado 65.347 kg. de carga y un total de 441 pasajeros. Fueron dos meses de intensa actividad y lo mas importante, sin ningún accidente.
El 3 y 4 de Marzo de 2005, los Hércules se llevaron en sus bodegas a las dos máquinas de vuelta al continente y quedamos otra vez rodeados del silencio. Ya no escucharíamos el vibrar de aspas que tanta vida imprimiera al paisaje durante dos meses. Ya no quedaba ningún campamento de científicos en las Islas vecinas. Matienzo había quedado vacío. Estábamos solos otra vez, ahora de cara al invierno, rodeados de aquella inmensidad blanca, infinitamente inhóspita...... pero infinitamente bella.
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