El cruce del Drake
Por el Suboficial Mayor (FAA) Expedicionario al Desierto Blanco
Sixto ANDRADA
Falleció el 1º de febrero de 2014 - Más información haga clic a continuación: http://marambio.aq/fallandrada.html
Integrante de la Dotación Antártica 1963/64 de la Base Aérea Teniente Matienzo de la Antártida Argentina.
El 22 de octubre de 1963, a las 10 horas, zarpa
desde el Puerto de Usuhaía, Tierra del Fuego, para la Antártida Argentina el
legendario rompehielos General San Martín, que se lo denomina Q-4.
Inicia una nueva etapa en el lejano sur, para reaprovisionar, relevar al
personal y realizar tareas de reconocimientos científicos y de mantenimiento de
balizas, faros, etc.
Fue una experiencia que me agrada contar.
Estamos en pleno cruce del Drake, el temido estrecho que une el Continente Americano con el -Continente Blanco de la Antártida.
Iniciamos la travesía al caer la tarde del lunes y ya habíamos avistado las primeras montañas de hielo.
Dentro de pocas horas la Argentina estaba por comenzar otra de sus campañas anuales en la Antártida.
Los 150 hombres se amontonan en los camarotes y estrechos pasillos soportando los bandazos del siempre embravecido Drake.
El rompehielos San Martín, “el veterano vencedor de los hielos”, casi se acuesta sobre los vacíos que dejan las olas.
Todos estamos atados con correas.
Se hacia casi imposible caminar.
La cubierta estaba barrida por moles de agua que parecen edificios de dos o tres pisos.
“Esto no es un barco, es una palangana pintada de gris”, era el comentario.
Pero junto con las quejas por los vaivenes inmensos llega el elogio: “Pero no se hunde, ni lo atrapan los hielos”.
Digo que es una palangana porque ni tiene quilla, por eso se mueve así y se escapa como un jabón cuando el hielo lo quiere apretar.
Para el profano estábamos atravesando el Drake en medio de un terrible temporal, pero no es así.
Los veteranos de la travesía no piensan lo mismo.
Es un tiempo excelente, afirma el Jefe Naval del Rompehielos, capitán de fragata Zimmermann.
Mientras a lo lejos se recorta el hielo eterno que leemos como noticia en el diario del buque.
Un viaje que comenzó hace ocho días en Puerto Nuevo, en las mansas aguas del Plata y que nos llevó por los siempre amenazantes mares del sur hasta el Cabo de Hornos, ruta de acceso al temido estrecho de Drake.
Es un cruce que tiene la distancia entre Buenos Aires y Tucumán para alcanzar la Antártida y sus catorce millones de kilómetros cuadrados desuperficie, donde no crece ni una planta, este Sexto Continente dentro del cual caben juntos Europa y Estados Unidos.
EL CRUCE DEL DRAKE
Para llegar hay que cruzar el Drake, es palabra mayor y respetuosa para los marinos.
No se puede improvisar, hay que elegir el momento, un hueco entre dos tormentas para evitar que el vendaval en su apogeo sorprenda al buque en medio del estrecho.
El rompehielos estuvo esperando ese hueco un día en la punta del estrecho Le Maire, en el sector sudeste del Tierra del Fuego.
Y allí en la espera lo sorprendió la tormenta.
La marea rompió las amarras de la carga de popa y las lanzó al mar.
Tambores de combustible y aceite afloraron enfurecidos durante un buen rato hasta perderse en la espuma.
Hubo que buscar refugio contra el viento, reparando la nave en los cerros que bordean la Bahía Aguirre y además hubo trabajos extra, debió acerarse el resto de la carga antes de intentar el cruce de Drake.
Por eso, la travesía que debió iniciarse el domingo comenzó recién el lunes por la tarde.
El Rompehielos General San Martín (Q-4) se puso en marcha, proa a la Antártida.
Había tensión en la gente y temperaturas de 2 grados bajo cero, el agua se escarcha en cubierta, oleaje y vientos moderados.
El rolido del rompehielos se hacia cada vez más intenso. A 57º de latitud sur comenzó el cruce, lo que fue anunciado por los altavoces.
Tierra del Fuego va desapareciendo a popa, a proa nada, un mar color petróleo.
Ya se hace imposible utilizar la cocina, lo impide el vaivén, cada momento son más intensos los rolidos y el cabeceo.
También se ordena atarse a la cama para dormir.
Transcurre la noche, en cubierta la tripulación que trabaja ya tienen el traje antártico, parecen fantasmas. Apenas si se alcanzaba a ver los ojos de estos hombres.
Ya es de día, a lo lejos se avistan los hielos de la Antártida, el frío aumenta, cuatro grados bajo cero.
Las aguas ya no tienen uniformidad, el verde petróleo presenta la inversión de sectores blancos.
El Rompehielos rola embravecido pese al tiempo excepcional, pero avanza.
Allá en aquellos montículos de hielo están los hombres que esperan el rompehielos, como aguardaron el fin de la noche antártica.
Hacia ellos vamos en misión de rutina pese a lo difícil.
Vamos en misión de soberanía.
Buscamos lo imposible para hacerlo fácil.