Fundación Marambio
Soy Antártico
Por Mónica Rodríguez del Rey

La profesora Griselda García no estaba precisamente entre las preferencias de sus alumnos.

Con sobrada experiencia en la enseñanza secundaria consideraba a “la disciplina” como una aliada fundamental en el dictado de su cátedra de geografía, a la que amaba y se jactaba de decir que nadie que hubiese recibido las enseñanzas que ella impartía podría desconocer la diferencia entre paralelos y meridianos, las características de cada era geológica, la distribución de aguas y tierras, por decir sólo algo.

Tratar a los alumnos de usted, aunque los que ingresaban a primer año eran casi niños aún, obligar al calco de mapas con micro fibra en vez de utilizar los impresos, usar el cuaderno de comunicados ante el menor suceso acaecido, prohibir el uso del teléfono celular; eran estrategias para que en sus clases literalmente “no volara ni una mosca”.

Esta conducta antipática de la profesora Griselda García, le valió el apodo de “Geovata”, especialmente en los cursos superiores. Ella estaba al tanto, pero no le importaba.

Mauro Menconi, ingresa a primer año, estudioso, tímido y al hecho de comenzar un nuevo ciclo se le sumaba una escuela desconocida, con compañeros nuevos y un viaje en transporte público, solo.

Para su bien lo sentaron al lado de otro Mauro, Mauro Lara, charlatán, divertido, con el cual congeniaron de inmediato.

Los compañeros los llamaban “Los Mauros”, pues no se separaban ni en el aula ni en el recreo. La única diferencia entre ellos era que Mauro Menconi temblaba ante la presencia de la profesora García mientras que a Lara le resultaba indiferente.

Una calurosa mañana de diciembre, que más se prestaba para disfrutar al aire libre que para estar en el salón de clase, allí se encontraban, más de la mitad de los alumnos del primer año, incluidos los Mauros, para rendir geografía, esperando superar la primera parte del examen, la escrita, en un clima de tensión asfixiante.

La profesora García observaba incólume desde el escritorio. De repente la voz de la docente quebró el silencio:

- ¡Lara y Menconi! ¡No pueden hablar, señores, están en prueba!

- Precisamente de ella se trata, señora, balbuceó Menconi.

- Él dice que hay un punto que presenta dudas…agregó Lara.

- ¿Así que ustedes pretenden cuestionarme a mí que llevo veintiocho años en la enseñanza de la materia?

- No, no señora, no es eso adelantó Menconi.

- ¡Entreguen las pruebas!.

- Aún no terminamos profe.

- No hace falta. Están reprobados.-Sentenció García-.

Los Mauros, dejaron el examen incompleto sobre el escritorio y se retiraron cabizbajos ante la mirada compasiva del resto de los compañeros.

Sin decir palabra fueron hacia el quiosco y pidieron una gaseosa. Transcurrida media hora atravesaron nuevamente el patio. En el camino, se cruzaron con el preceptor:

- Chicos, ¿Qué macana se mandaron?

- Ninguna, prece, la Geovata, perdón la profe García nos cortó menos diez, dijo Lara.

- ¿Cómo?

- Hablábamos algo sobre la prueba, se disculpó Menconi.

- ¿Por qué? -Interrogó el preceptor- ¿Les llamó la atención y contestaron mal?

- No. A este chaboncito yo lo rebanco, es reeducado, reestudioso y nunca se zarpa con nadie.

- Vamos a esperarla a la puerta del aula para explicarle.

- Ya se fue.

- ¿Adónde, a la sala de profesores?

- No, a la Técnica N°4.

- Pero si nuestros compañeros tenían que dar el oral.

- Reprobó a todos. Ya entregó el acta, concluyó el preceptor.

- ¿Y ahora? pregunta Menconi.

- Nos vemos en marzo, dice el prece.

Ya nada podían hacer, así que se retiraron de la escuela desalentados.

-Tranqui amigo... ya fue... dice Lara palmeando a Menconi.

- Me siento culpable porque yo te hice el comentario, le responde Menconi.

- No... no... a vos te queda ésta sola y yo tengo que dar cuatro para poder pasar con dos previas ¡Ya estás de vacaciones!

Los amigos caminaron silenciosos un trecho. En la parada del colectivo se despidieron con el sabor amargo del fracaso, aunque cada uno esgrimió diferentes argumentos: mientras Lara contó sin inconvenientes que la Geo…. los había “bochado”, Menconi prefirió inventar que la profesora tuvo un problema familiar que le impidió presidir la mesa examinadora.

No quiso sumar a la tristeza de la madre por la prolongada ausencia del padre un nuevo motivo de preocupación.

Mauro Menconi pasó las peores vacaciones de su vida, significando la mayor tortura no sólo la mentira vergonzante, sino también por la desazón a no saber cómo enfrentar a la profesora.

Y... marzo llegó por fin.

Los alumnos que entraron a la escuela comentando salidas, bailes y diversiones pronto se transfiguraron al ver a la Geo… ingresar al aula.

Los Mauros se ubicaron en la última hilera de bancos. Un pesado silencio se adueñó de la situación.

Uno de ellos repartió los temas y a la orden de: “comiencen ya”, todos los estudiantes se inclinaron como autómatas sobre los pupitres.

Repentinamente Mauro Menconi halló la forma de dirigirse a la docente, tomó una hoja en blanco, la colocó en sentido transversal, escribió: SOY ANTÁRTICO, la atravesó con la lapicera y la mantuvo en alto unos segundos, repetía en voz baja “soy antártico”, “ soy antártico”, sin atreverse a mirarla.

Sorprendida por la inusual pancarta, que se asemejaba a una bandera de paz en plena guerra, la profesora acomodó sus anteojos, pero por la distancia no pudo percibir la escritura.

Marcando el paso con sus tacones sobre el piso de madera se acercó a Mauro:

- ¿Qué significa esto? - pregunta arrancando el papel sin alcanzar a leerlo.

- Mauro no responde.

- Lo espero en la puerta de la dirección al término de la prueba.

El resto de los alumnos presintieron que como consecuencia de la ira de la docente su compañero reprobaría nuevamente la materia.

Finalizada la parte escrita Mauro se dirigió al lugar indicado, pero esta vez no con la timidez y la angustia ocasionadas por la situación sino con el orgullo propio de defender su origen. Ante García comenzó diciendo:

- Sra. Mi papá es...

- ¡Amenazas, sobornos a mí, Menconi! lo interrumpió

- No, no Señora profesora.

- Por si usted no lo sabe hace diecinueve años el hijo del intendente tuvo que rendir cuatro veces conmigo geografía americana. Podría haberme arriesgado a una sanción o represalias de parte de la autoridad, sin embargo no me importó.

- No sabía, porque hace diecinueve años yo ni siquiera estaba en la “Tierra”. Sólo quiero explicarle que mi papá es Suboficial Mayor de la Fuerza Aérea e hizo varias permanencias en la Antártida.

- ¿Y?

- En uno de esos viajes lo acompañó mi mamá y mi hermanito mayor.

- ¿Y eso qué tiene que ver?

- Que nací allá, en la Base Esperanza de la Antártida Argentina.

- ¡Siga!

- En la prueba del mes de diciembre cuando nos encontró conversando a Lara y a mí en uno de los puntos usted pedía establecer la correspondencia entre gentilicios, por ejemplo:

Belga →→→ Europeo
Angoleño →→→ Africano
Vietnamita →→→ Asiático
Argentino →→→ Americano

- Trataba de explicarle a mi compañero que soy argentino pero no americano, soy antártico.

- Lo ignoraba, responde la profesora.

- Usted estaba en lo cierto al plantear ese ejercicio, pero no es mi caso.

Mauro Menconi aprobó la parte oral de la prueba de manera brillante.

El segundo año de la Secundaria comenzó diferente. La Geo…. había cambiado su actitud ante los jóvenes estudiantes de manera asombrosa.

En la presentación de su materia en los diferentes cursos, no sólo dio las virtudes de la Geografía, sino que además omitió la lista de los “prohibidos”, permitió el uso de mapas impresos entre ellos el de la República Argentina Bicontinental y resaltó que tenían el privilegio, de contar entre el alumnado de la escuela con un compañero nacido en la lejana tierra helada.

El papá de Mauro fue invitado varias veces para narrar las experiencias en las distintas bases antárticas en las cuales estuvo: Esperanza, Marambio, San Martín, Belgrano.

Griselda García no perdía oportunidad para destacar que era un deber de todo futuro ciudadano mantener intacto el amor por ese suelo y por los hombres que allí defienden nuestra soberanía.

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