Fundación Marambio
Varados en la Antártida - Patrulla
Por el Suboficial Principal (EA) EDB Aldo SANTOS

Santos falleció el 13 de enero de 2010 en Ingeniero Luiggi, La Pampa

NOS DIJO EL AUTOR: "CON DIOS, ÉRAMOS SIETE..."

En enero de 1959, desembarcamos del rompehielos ARA General San Martín (Q4) en proximidades de la isla Robertson, los integrantes de una patrulla terrestre, al mando del. Capitán Ignacio CARRO, integrada por el Sargento Ayudante Antonio OSES, Sargento Primero Telmo BUONOMO, Cabo (R) Carlos María BUSTAMANTE, Sargento Héctor Renes AYALA y el interlocutor, Sargento Primero Aldo SANTOS.

También se descarga un vehiculo Weasel a orugas de nombre "Tres Sargentos" y su trineo de carga, dos trineos con veintidós perros, materiales para armar dos refugios, combustible, víveres para supervivencia, comida para perros, carpas, herramientas, elementos varios.

Para comunicarnos con la Base y el rompehielos, contábamos con una radio mochila Marconi de 25 vatios con fuente de energía a pedal.

La permanencia en esta zona se prolongaría por un mes aproximadamente, a efectos de poder nosotros armar refugios, depósitos de víveres, combustible, y reconocimiento de lugares para futuras travesías.

Para fines de febrero, cuando el rompehielos intentó rescatarnos para regresarnos a la Base como habíamos convenido, debido a la gran acumulación y prematura consolidación de los hielos no lo pudo hacer, peligrando la navegación se vio obligado a dejarnos, así fue que quedamos aislados por mas de siete meses.

El 16 de mayo de 1959 organizamos dos patrullas, una de ellas iría al cabo Sobral para ultimar detalles de un refugio que habíamos llevado anteriormente, estaría integrada por Ayala y Bustamante, que se trasladarían con un trineo y diez perros; realizado este trabajo y debían regresar a este campamento que estaba en el nunatak Foca que se encuentra en la vertical de la isla Robertson a los 65º08'S y 59º50'O. Años más tarde se fundaría en ese lugar la actual Base Matienzo.

Habíamos armado con Oses un refugio con restos de maderas y latas que rescatamos de la reciente operación RAZA, al cual bautizamos "San Antonio" en honor al nombre de Oses por la dirección que tuvo del armado.

Además en ese lugar teníamos el depósito de víveres de supervivencia, comida para perros, y combustible.

La otra patrulla tenía por destino la península Jason y alturas del cabo Suecia, llevando en el vehiculo tracción a orugas Weasel, víveres, combustible, materiales para reforzar los depósitos que habíamos hecho en el mes de febrero con Oses y Buonomo.

Esta patrulla se trasladaba con un trineo, once perros, el Weasel y el trineo de arrastre.

Preparado todo, el 18 de mayo de 1959 salimos ambas patrullas, en el primer trineo de perros iban Carro y Buonono, en el Weasel Oses y yo.

Marchamos con bastante normalidad y a los 80 km al sur del refugio San Antonio dejamos armada una carpa anaranjada, más grande que las que usamos para acampar, que rescatamos del operativo Raza; dentro de ella colocamos un bidón de querosén, comida para perros y víveres de supervivencia, con la intención de utilizar estas reservas al regreso al San Antonio.

Continuamos viaje con buen tiempo y sin mayores inconvenientes, hasta que faltando unos cuantos km para la península Jason, se abrió una grieta bastante importante, que el trineo de perros pasó sin dificultad, pero el peso del Weasel la descubrió y tuvimos un fuerte cimbronazo, dejando un gran hueco en el hielo que por suerte no pasó de un susto, paramos y fuimos caminando atados a reconocer la magnitud de la grieta y una vez marcada en la carta, continuamos viaje hacia nuestro objetivo, que cumplimos de acuerdo a lo previsto.

A todo esto estamos al día 21 de mayo y el tiempo se desmejoró con blizzard (viento blanco) de tal magnitud, que por momentos nos quería arrancar las carpas, y no nos era posible salir.

Solamente atendíamos a los perros y cada tanto poníamos en marcha el Weasel, ante el temor de que estando mucho tiempo parado el motor, no lo lográramos y se agotaran las baterías.

Este temporal continuó durante varios días y el 23 comienza a disminuir pero sin visibilidad hasta el 27 de mayo, que emprendemos el regreso con pocas raciones de comida, con la voluntad de aprovechar al máximo los depósitos y reabastecernos en la carpa que dejáramos armada a la ida.

Durante la marcha de regreso fue desmejorando el tiempo, empezó a soplar nuevamente el viento, a pesar de ello seguimos marchando con rumbo de brújula, y como resultado de ello no pudimos localizar la carpa donde teníamos las reservas, a pesar de algunos intentos fallidos que realizamos, entonces tuvimos que armar campamento y achicar las pocas raciones disponibles.

Apurando el regreso con mal tiempo llegamos al 30 de mayo sin tener nada para darles de comer a los perros.

Recordé los salamines que había guardado en el cajón del Weasel al salir de la Base, con Buonomo los sacamos y les repartimos uno a cada perro, haciendo lo mismo nosotros.

Así llegamos al 2 de junio sin poder continuar la marcha con fuerte blizzard, y ya por tercer día sin comida, en especial para los perritos, soportando muy bajas temperaturas.

La situación se nos complicaba mucho, teníamos el temor de que se nos muriera alguno de los animales ó varios a la vez, pero tampoco podíamos atarlos al trineo.

Después de analizarlo mucho, decidimos con Oses salir para el refugio San Antonio con el Weasel, a buscar comida y regresar de inmediato, ya que Oses se animaba a localizar el lugar aun con mal tiempo.

El 3 de junio salimos con el Weasel, yo manejando y Oses sentado detrás mío, marcándome el rumbo, pero después de andar unos cuantos km se nos terminó el mundo.

Siendo las 11:30 hs. nos caímos a una grieta, con la suerte de que en la caída el Weasel quedó enganchado en la parte delantera izquierda en el bloque de hielo que rompió el parabrisas quedando muy cerca de mi cara y en la parte trasera el otro borde de hielo.

Esto nos salvó de que siguiera cayendo en la profunda grieta; el trineo de arrastre que traíamos enganchado quedó encima nuestro a medio caer y esto evitó que nos apretara.

Todo sucedió tan rápido que no tuvimos tiempo ni de asustarnos, cuando reaccionamos comprobamos que no nos habíamos lastimado seriamente.

Oses me decía: "No te muevas, yo voy a tratar de salir, me llevo la cordada para atarme y vos con la otra punta te atas antes de intentar salir, mientras yo te tengo desde afuera…", por si al hacer movimientos el vehiculo seguía cayendo.

Acto seguido Oses con el cuchillo corto la lona que hacia de capota y despacio fue saliendo afuera, cuando estuvo un poco alejado y atado con la cuerda me dijo que intentara salir mientras el me sostenía; así lo hice hasta reunirme con él.

Luego de observar, reconocer, y comentar la suerte corrida, aun con el nerviosismo del momento pasado, nos orientamos y salimos caminando rumbo al Refugio San Antonio, sin analizar las consecuencias que podría acarrearnos esta actitud apresurada.

Solo tuvimos presente auxiliar a Carro y Buonomo que quedaron sin víveres y los perritos sin comer.

Suponíamos que al llegar al San Antonio estarían ya de vuelta Ayala y Bustamante con el otro trineo, y ésa sería la salvación para poder auxiliar a los compañeros que esperaban nuestro regreso.

Luego de un tiempo de caminar uno detrás del otro atados con la cordada, hicimos un alto para descansar, y ya estando un poco más serenos ambos vimos más claro, que el camino elegido no era el correcto.

Para llegar al San Antonio en Robertson estábamos muy lejos, nos demandaría con suerte más de dos jornadas.

Además no llevábamos con nosotros nada para protegernos al momento de descansar (como por ejemplo una carpa).

El tiempo era regular, si empeoraba y se desataba un temporal, estábamos perdidos, no teníamos posibilidades de enfrentarlo, por lo tanto estábamos intentando una empresa imposible de realizar con éxito.

Fue entonces que decidimos regresar al lugar donde estaba el Weasel y emprendimos el regreso, que se hizo bastante difícil debido a que no se veían las pisadas por el mismo camino por el mal tiempo.

Temíamos no encontrar el lugar donde nos habíamos caído, pero gracias al olfato de Oses, a las chanzas que nos hacíamos, demoramos mucho pero (Dios estaba con nosotros) llegamos a la grieta.

La decisión de regresar nos salvó porque esa noche comenzó el viento fuerte, siguiendo dos días, el 4 y 5 de junio sin parar, por lo tanto no hubiéramos tenido ninguna posibilidad de sobrevivir.

Al llegar me meto atado al Weasel y saco la carpita, un par de esquíes, nafta, y aceite, herramientas, un tarro para mezclar nafta y aceite para calentarnos un poco.

Armamos la carpa y prendimos la mezcla de nafta y aceite, al otro día cuando nos pudimos ver las caras parecíamos mascaritas, teníamos ahumada hasta el alma.

Yo me reía de Oses, y él de mi, pero esto lo usábamos para derretir nieve y templar un poco la carpa.

Con los esquíes armamos un trineíto, para que, cuando mejorara, pudiéramos llevar en él la carpa y algo de nafta.

Al despuntar el 6 de junio el día pintaba bueno, entonces cargamos la carpa y un poco de nafta mezclada con aceite en el trineo y salimos tirándolo con la cuerda rumbo al San Antonio.

Después de unas tres horas de marcha, vemos llegar a Carro y Buonomo con el trineo y traían solamente diez perros.

Después de nuestra partida, ocurrió que al transcurrir tanto tiempo y que nosotros no regresábamos, pensaron que nos había ocurrido algo insalvable (cosa que efectivamente había pasado) y después de tantos días sin comer los perros, decidieron sacrificar uno para alimentar a los otros.

Buonomo, que era el que más conocía los perros y los quería de una forma muy especial, dijo que una vez decidido que sacrificarían un perrito había dos problemas: uno era quien lo haría, el otro a cuál de los perros elegirían para matarlo.

Desgraciadamente me toco a mí –dijo Buonomo- y elegí al Tobi; lo desaté y lo llevé atrás de la carpa para que no lo vieran los otros perros y después de pedirle perdón, le pegue con la maza en la cabeza para desmayarlo, luego lo desangré y una vez sacado el cuero lo repartí en diez pedazos, dejando una paleta que traigo en el trineo para que la comamos nosotros hervida si tardamos mucho en llegar al Refugio San Antonio (aclaro que no la comimos).

Cuando les repartí los trozos a los perritos parecía que sabían de qué eran porque lo olfateaban y le daban vueltas, hasta que al final lo comieron. Dejándolos un buen rato por la digestión los até al trineo y salimos.

Durante el trayecto hasta encontrarnos a Oses y a mi caminando, primero hallaron el Weasel en la grieta y al ver el rastro del trineíto que hicimos, lo siguieron, observando unas manchas oscuras en la nieve, pensando que al caer en la grieta, como estaban las puntas del hielo sobre el asiento delantero, yo que manejaba me había lastimado, y Oses me llevaba a la rastra.

Las manchas oscuras no eran de sangre sino escupidas nuestras, producto del hollín que habíamos tragado.

Al ver que nos encontrábamos ilesos y lo ahumados que estábamos, se rieron tanto que nos olvidamos por un rato de nuestras penurias.

De inmediato continuamos la marcha hacia el Refugio San Antonio, esa jornada marchamos hasta muy tarde porque el tiempo fue bueno; armamos las dos carpas y descansamos unas horas, sin comer nosotros ni los perros; el frío era tremendo pero no amenazaba con desmejorar.

Para aprovechar al máximo la próxima jornada salimos muy a oscuras, debido a ello nos desviamos de la ruta a seguir alargando la distancia a recorrer.

El agotamiento nuestro y de los perritos era evidente pero al anochecer divisamos a la distancia el San Antonio.

Así con menos apuros y más confiados, tarde llegamos al San Antonio donde estaban Ayala y Bustamante.

Nos encontramos con la novedad de que el viento nos había llevado la carpa grande que teníamos armada, pero eso ya es otra historia.

Por eso siempre digo "Con Dios, éramos siete"

Autor: Suboficial Principal (EA) EDB Aldo SANTOS

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