El Cuento del Abuelo III
Abuelo, estoy reaburrida, hace un frío reespantoso, ni pensar en salir al jardín, los chicos no están y me tuve que quedar porque… ¿a que no sabes qué me dieron de tarea?
Ni idea…
Un replomazo, porque tengo que contarle a mis compañeros algo sobre una isla de nuestro país. ¿Te parece?
¿Y eso es tan difícil?
Sí porque tiene que ser una isla muy especial, no cualquiera, tiene que tener algo que la diferencie de todas las demás ¿Cómo puedo empezar a buscar una isla así? ¡Es un requemo!
Está bien basta de tantos re negativos y reflexionemos.
Te estás burlando abuelo y mi problema es serio.
No me estoy burlando Lucía, voy a demostrarte que es mucho más fácil de lo que podrías imaginar.
¿Qué… encontrar esa isla es fácil?
Sí, si sabemos dónde buscar. Veamos, podría ser en un Atlas pero… aquí tengo algo que quizás te ayude, es el Boletín de una Base Antártica.
Abuelo, necesito una isla no una Base.
Lu, noto que estás un poquito alterada, la Base no está en el aire querida, está situada sobre una isla y aquí te muestra cómo es esa isla ¿qué te parece?
No lo puedo creer… ¡Es un zapato perfecto, si hasta tiene taco!.. Ay Abu sos un genio, gracias. Pero tengo que escribir algo ¿qué puedo poner?
Ah, mi amor, ese sí es trabajo tuyo, a movilizar las neuronas para investigar, tendrás que leer bastante aquí hay mucho material lo dejo en tus manos y cuando hayas concretado algo me encantará escucharlo.
Durante tres horas Lucía leyó, dibujó, escribió, borroneó, interrumpió para buscar agua y algo dulce y al cabo de tanto esfuerzo sonrió satisfecha y feliz buscó al abuelo.
Creo que logré algo Abu pero tengo una duda ¿qué es un pionero?
Un pionero es una persona que se adelanta en algo, por ejemplo en explorar nuevas tierras, también es pionero el que fue primero en alguna actividad.
Ah, entonces lo entendí y lo usé bien. ¿Te leo?
Soy todo oído.
Hace muchos, muchos años un joven argentino soñaba con volar y recorrer el cielo de su país para descubrir desde las alturas las maravillas de nuestra tierra tan llena de lugares increíbles, era tal su entusiasmo por volar que a los veintiséis años fue nombrado Piloto de la Fuerza Aérea Argentina y logró su cometido.
El interés lo llevó después a sobrevolar la Península Antártica, el misterio de esas tierras de hielo no solo lo fascinaron sino que una idea fija lo persiguió sin descanso, buscar lugares donde fuera posible construir una pista para que pudieran aterrizar grandes aviones, hasta ese momento algo impensado, que lograría solucionar problemas de transporte, de comunicación, de provisión de alimentos y elementos necesarios para la vida en esas latitudes tan inhóspitas durante todo el año, no solo en el verano que es cuando pueden llegar allí los barcos.
En diciembre de 1951 nuestro personaje decidió sobrevolar la bahía Margarita situada en el sector noroeste de la Península Antártica para estudiar eso que lo obsesionaba, encontrar posibles sitios para aterrizaje.
Los esfuerzos continuaron hasta el año siguiente convencido de que llegaría a concretar su aspiración.
Tanto entusiasmo contagiaba a cuantos se le pusieran cerca y no perdía ocasión de hablar del tema en cuanto tuviera a mano una oreja atenta y amistosa.
Ustedes ya saben y si no, yo se los aclaro ahora que sobre el mar de Weddell se levanta una pequeña isla con forma de zapato, esta que ven aquí, que tiene solo 14 km de largo y 8 km de ancho y tiene una meseta de 4 km por 3 km y está a 200 m sobre el nivel del mar; el joven piloto la sobrevolaba una y otra vez y su cabeza se poblaba de planos y diagramas que lo convencían de que era posible concretar esa idea lógica y factible.
Pero el destino quiso otra cosa y en la mañana del 12 de noviembre de 1953 un accidente aéreo terminó con la vida de Gustavo Argentino Marambio de 34 años, pionero de la aviación argentina sobre el Sector Antártico, el protagonista de esta historia que les cuento con emoción.
Quedaban en suspenso todos los trabajos y planes que Gustavo Marambio había concretado durante su búsqueda.
Pero nada estaba perdido, 16 años después en 1969 en esta islita con forma de zapato se levantaba una Base cuyo nombre llevaría como homenaje y reconocimiento a su labor, Base Marambio.
Allí trabajan, sueñan y cuidan la soberanía de ese trozo de tierra cercano al Polo Sur, muchos hombres de bien, inspirados en los ideales de Gustavo el joven cordobés de Río Cuarto que soñaba con transitar los cielos de la patria.
Los vientos constantes de la Antártida de seguro han de llevarle, allí donde esté, los rumores de tanta actividad científica, ecológica, social en la Base fundada hace 46 años y que hoy funciona a pleno sin interrupción durante todo el transcurso del año y no hay duda de que él sonreirá feliz viendo llegar y partir aviones de gran porte que facilitan la vida de los pobladores del Continente Blanco.
Hebe Zemborain
Cuento dedicado a los niños, escritos especialmente por la autora para la Fundación Marambio.