Hugo Alberto ACUÑA
Integrante de la Primer Comisión Argentina en Orcadas
Primer Argentino que izó la Bandera Argentina en la Base Orcadas de la Antártida Argentina
Con 18 años, no sólo fue el primer argentino que izó nuestra enseña patria en el Continente Blanco, sino que se constituyó en el primer estafeta postal. Sus restos descansan en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires.
Su nombre y su historia no es ampliamente conocida por todos los argentinos. Se llamaba Hugo Alberto ACUÑA a los 18 años de edad, siendo empleado de la División Ganadería del Ministerio de Agricultura de la Nación, fue enviado por el Correo Argentino a las Islas Orcadas del Sur para habilitar la primer estafeta postal. Allí protagonizó un hecho trascendente de soberanía: izó la bandera argentina en territorio antártico el 22 de febrero de 1904.
En una desgastada libreta de tapas negras, con caligrafía prolija, casi elegante, describe ese momento: "A pesar del frío, vestimos traje de paseo, como en Buenos Aires. Hay 5 grados bajo cero. La bandera asciende en el modesto mástil y comienza a flamear. Ya tenemos listo el pabellón azul y blanco. Ya estamos en nuestra propia casa."
Para llegar a esa tierra polar, el joven estafeta había abordado el bergantín "Scotia" junto a un alemán y un uruguayo. Doce meses después -en febrero de 1905- regresaba al territorio continental argentino aquilatando la experiencia vivida en una cabaña de 14 m2, construida con piedra, forrada con lona y con techo de cumbrera.
"Nuestra cabaña -relata en su diario- tiene dos ventanas pequeñas. Todo su moblaje es una biblioteca chica, una cómoda, una mesa, cuatro banquitos y cinco coys."
La modesta vivienda austral no pocas veces fue presa de feroces tormentas. Una vez más, las viejas libretas escritas por ACUÑA dan cuenta de ello: "El 8 de marzo de 1904 el despertar fue un poco feliz. El mar, con olas gigantescas, violentas, deshizo una barranca de nieve que había contra la cabaña. El único bote estuvo a punto de perderse. El mar también se llevó la defensa de piedra que tenía la casa. Diez días después terminamos el nuevo parapeto, hecho con grandes piedras que acarreábamos desde la montaña. Muchas veces hubo que interrumpir el trabajo por nevadas y vientos."
"El 4 de abril de 1904 volvió la furia del mar. Se llevó de nuevo la muralla. Por momentos, la cabaña quedaba cubierta por las olas. La temperatura habla descendido. Estábamos enteramente mojados. Nuestra ropa pronto se cubrió con una espesa capa de hielo. La pared había quedado en pie, curiosamente, gracias a que las piedras están unidas por el hielo."
FESTEJO PATRIO
El 25 de mayo de 1904 ACUÑA vuelve a protagonizar otro hecho histórico.
"El himno resuena en una mandolina que también tocará la marcha de Ituzaingó. Es la primera vez que se conmemora la fecha patria del 25 de Mayo debajo de los 60º de latitud S."
La lectura de las libretas -que hace 20 años me mostrara su hija Zulema ACUÑA de CASTRO- desprende anécdotas, vivencias y apasionantes descripciones del paisaje antártico.
"A nuestro alrededor se extiende un panorama maravilloso, imposible de describir. Sólo dos colores se distinguen: el azul del cielo, el blanco de la nieve. Un poco afuera de la bahía y en medio del hielo, vemos una gran mancha oscura. Es el agua del mar, que parece hervir; de su superficie se escapan densas columnas de vapor que se elevan en formas caprichosas. Nuestros ojos tienen un círculo blanco. Pestañas y cejas desaparecen bajo una capa de hielo. El vapor de la respiración también se hiela. Las ventanas de la nariz están blancas. Pegamos la boca al abrigo."
Aquel jovencito que se hizo hombre de golpe en el confín antártico, fue también un paciente filatelista y recordado en 1975 con un sello postal conmemorativo junto a los pioneros australes José María SOBRAL, Luis PIEDRA BUENA, Carlos M. MOYANO y Francisco Pascacio MORENO.
Ya jubilado y radicado en el barrio de Florida, partido de Vicente López, provincia de Buenos Aires, Hugo Alberto ACUÑA fallece de un infarto de miocardio el día 13 de mayo de 1953. Sus cenizas fueron trasladadas a la ciudad de Bahía Blanca, donde descansan en el cementerio local, junto a los restos de su esposa, Zulema FERREIRA de ACUÑA, quien se había radicado en la casa de una de sus hijas de esta ciudad.