Instrucciones para limpiar la chimenea

ANÉCDOTA

La Antártida es un territorio de valerosas gestas, de épicos despliegues humanos en los inhóspitos campos de hielo.

Pero además de esas epopeyas que resaltan con letras de molde en los libros de historia, hay una multitud de otros relatos menos conocidos que esperan ser contados alguna vez, una colección de breves y brillantes historias que forman parte de un voluminoso anecdotario subterráneo que clama por salir a luz antes de quedar para siempre en el olvido.

La que sigue es, sin dudas, una de esas historias mínimas que también forman parte de la gran historia antártica.

La Estación Naval Decepción de la Antártida Argentina tenía el mejor sistema de calefacción de toda la Antártida: Calefacción central con una caldera a querosén y radiadores de agua en cada uno de los ambientes, lo que daba una agradable temperatura interior de 20º todo el tiempo.

Los gases de combustión salían por una chimenea de ladrillos refractarios.

En la actualidad el sistema ha sido reemplazado por calefactores eléctricos, pero esa chimenea de sección cuadrada aún se mantiene firme sobre los techos de chapa.

En aquel lejano 1965 el mantenimiento de la caldera era responsabilidad exclusiva de dos personas, el maquinista Marcos José Maldonado y el electricista Antonio Domingo Sedano (apodado El Zorro).

Cada tanto, el destacamento empezaba a llenarse de humo y ardían los ojos, eso era indicio de que se estaba obstruyendo el tiraje de la chimenea, entonces todos los reclamos de la dotación caían sobre Sedano y Maldonado para que se dediquen a destaparla cuanto antes.

Quien haya instalado esa chimenea había previsto un sistema de limpieza: En la parte superior se afirmaba una cadena que colgaba dentro del tubo.

Un hombre debía agarrar la cadena desde arriba, otro hombre desde abajo y entre ambos sacudirla con fuerza contra las paredes del conducto hasta que el hollín se despegaba.

El resultado era previsible, toda esa mugre caía en flecos sobre el que estaba abajo y el pobre terminaba ennegrecido de pies a cabeza, solo le quedaba bañarse de inmediato y lavar toda la ropa usada.

Uno de esos días en que el humo retornaba hacia adentro en vez de salir, Maldonado tuvo una idea.

Fue hasta la Casa de Emergencia donde había unos tambores con nafta de aviación para los aviones Albatros que venían en el verano, buscó una lata vacía de duraznos, cargó dos dedos de nafta, llamó al Zorro y le dijo:

"-Vamos a hacer una prueba, por las dudas llevemos un matafuego. Vos ponete la ropa de seguridad y las botas. Te tiras al piso con los pies hacia la caldera. Yo la abro, le lanzo la nafta adentro y vos cerras la tapa de un golpe con la suela de la bota."

Así lo hicieron, al cerrarse la tapa se oyó un soplido ¡Fssssshhh! y ambos salieron afuera para ver qué había pasado. Entonces vieron que la chimenea lanzaba un chorro de cenizas hacia arriba, como un cohete, formando una nube gris que se iba con el viento ¡y el conducto quedó limpio!.

"¡Che, esto es genial! ¡Ahora vamos a hacerlo siempre!" dijeron con entusiasmo. Y, efectivamente, así lo hicieron en lo sucesivo, salvo que Maldonado le iba tomando confianza al procedimiento y cada vez traía más nafta en la latita…

Había empezado con dos dedos, pero pronto fueron cuatro, cinco o seis… El efecto limpiador era más espectacular, pero una noche después del habitual ¡Fssssshhhhh! escucharon "tac, tac, tac….tac", una serie de golpes. Eso era raro, nunca había pasado antes.

Salieron y con horror vieron los ladrillos de la chimenea desparramados sobre el techo de chapa. Entraron nuevamente con cuidado, por suerte nadie se había dado cuenta.

Eso era bueno. Era necesario reparar el daño, ante el razonable temor de que podían ser sancionados.

Sabían que las horas del día con menos movimiento exterior eran las posteriores al almuerzo, así que al mediodía siguiente los dos comieron rápido y salieron sigilosos para preparar un balde de cemento.

No fue sencillo reponer las dos primeras hileras de ladrillos, luego debieron regresar. En las jornadas siguientes fue necesario repetir varias veces estas misiones secretas de albañilería hasta que la chimenea quedó como nueva.

Nadie los descubrió, pero escarmentaron.

A partir de entonces, volvieron a hacer la limpieza con el viejo sistema de la maldita cadena.

Autor: Profesor Rubén "Gurú" Morales

Este artículo ha sido escrito en base a diversas conversaciones mantenidas por el autor  con el Cabo Segundo ARA electricista, Antonio Domingo Sedano, integrante de la Dotación 1965 de la Estación Naval Decepción de la Antártida Argentina.

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