Palabras que llegan por el aire
Relato del 25 de mayo de 1927 en Base Orcadas
El día 30 de marzo de 1927, se escucharon por primera vez en la Antártida los sonidos del alfabeto Morse en la Isla Laurie del grupo de islas Orcadas, donde funciona desde 1904 la Base Orcadas, inaugurándose oficialmente la Estación Radiotelegráfica (LRT), al establecer contacto desde la Antártida, con la Estación LIK de Ushuaia. ( para recordar este hecho histórico, haga clic a continuación: www.marambio.aq/primerenlaceradiotelegrafico.html
El año 1927 fue de gran importancia para las comunicaciones desde y hacia la Antártida, otro de los acontecimientos significativos al respecto, fue cuando los integrantes de la Dotación de la Base Orcadas recibieron saludos de sus familiares desde un programa transmitido por la estación de radio difusión LOT Olivos en el Día de la Patria, el 25 de mayo de 1927.
Tomando como antecedente distintas fuentes de información y en especial el libro "Cuatro Años en las Orcadas del Sur", escrito por José Manuel MONETA, quien había invernado en la Base Brown de la Antártida Argentina, como ayudante en la expedición de 1923, segundo Jefe en 1925 y Jefe de las expediciones de 1927 y 1929, quisimos hacer una síntesis de lo que ocurrió en dicha Base Antártica el 25 de mayo de 1927, pero al releer lo escrito por MONETA, pensamos que no sería justo modificar su texto, por respeto al sentimiento que encierra cada palabra, cada frase.
Si bien es extenso, vale la pena emocionarse con su relato, decía MONETA en su libro: "Palabras que llegan por el aire".
Un día recibí un radiograma. Decía así: "contesten qué radioemisora escuchan mejor para preparar transmisión especial para ustedes".
Firmaba mi padre. Mostré aquel radio a mis camaradas y encargué a Baldoni que escuchara los noticiosos de todas las emisoras que funcionaban en aquella época, para contestar con certeza la pregunta efectuada. Yo mismo lo ayudé en aquella difícil selección. No teníamos ninguna estación predilecta, pues eran muy pocas las que con su onda llegaban a las Orcadas. De éstas escuchábamos las noticias siempre que las tormentas eléctricas lo permitieran o cuando la antena había resistido sin romperse por el peso del hielo acumulado durante el día.
No nos guiaba el fin de hacer propaganda a tal o cual estación. Tan sólo quería asegurarme que la palabra de los parientes llegaría nítida a nuestros oídos. Al fin nos decidimos por la estación cuya característica era entonces "LOT Olivos", pues era la que mejor podíamos escuchar.
Telegrafié a mi padre en aquel sentido y, desde ese día no dejamos nunca de escuchar los noticiosos que se propalaban a las ocho de la noche. Generalmente Baldoni y yo nos, sentábamos ante el receptor, y una noche, el 20 de mayo de 1927, pude notar que la atmósfera estaba libre de estáticos, aunque la voz o la música de las estaciones emisoras se perdían por momentos en las lagunas de los faddings. Había sintonizado a LOT y con Baldoni esperábamos ansiosos el momento que comenzara el noticioso radiotelefónico.
A las ocho en punto, hora de Buenos Aires, las nueve en Orcadas, escuché que el locutor decía: "Vamos a dar comienzo a la transmisión del noticioso del día de hoy." Luego vinieron las noticias extranjeras del día y después de un rato pasó a "Noticias de nuestro país".
Sin cruzar una sola palabra con Baldoni, seguía atentamente las palabras del locutor, pero aun a través de la enorme distancia que nos separaba, de todo el espacio que se interponía ante nosotros me pareció notar algo raro en la palabra pausada y clara del hombre invisible que hablaba en nuestros oídos. Tenía un acento extraño; las pausas eran más extensas, y después de una lacónica comunicación dijo: "Ahora vamos a dar una noticia de mucho interés...... Y luego se hizo una nueva pausa, que me pareció interminable. "Islas Orcadas.....¡Islas Orcadas! ...... ¡Atención!"
La voz era pausada grave y parecía partir de una persona que pusiera su alma para llegar hasta nosotros. Continuaba el llamado: "Islas Orcadas...."
"Comunicamos a nuestros oyentes de todo el país, que esta broadcasting, asociándose a los próximos festejos patrios, ha preparado una transmisión especial que dedicará a los heroicos muchachos argentinos de la expedición argentina en las islas Orcadas del Sur" Se hizo un silencio.Fuera rugía el viento.
"Hacemos notar que todos aquellos que quieran tomar parte de esta transmisión pueden hacerlos dirigiendo su pedido a nuestras oficinas o a la redacción del diario La República." "Desimone y mi padre han cumplido su palabra" -pensé.
"Islas Orcadas.....Islas Orcadas.....Agradeceremos contesten por telégrafo cómo han escuchado este noticioso"
En el acto redacté un telegrama que Baldoni trasmitió a la estación de Ushuaia, cuyo operador nos contestó: "Yo también escuché el noticioso de L O T . Los felicitó. Aquí todos nos preocupamos por ustedes". Al siguiente día, 21 de mayo, recibí otro radiograma de mi padre que decía así: "Día veinticuatro, a las diez de la noche, escuchen transmisión especial para ustedes. Saludos a todos."
Imposible escribir nuestro estado de ánimo, allá en islas Orcadas, al recibir esta confirmación. ¡ Por fin podría escuchar la palabra de los míos, acercarme a ellos, llegar con el alma hasta Buenos Aires!....¡Al fin! Yo que había vivido en las Orcadas durante dos largas expediciones, sin tener en todo ese tiempo ni una remota idea de lo que sucedía en el mundo, más allá, podría oír entonces la palabra de otras personas que no serían mis compañeros y que hablarían exclusivamente par mí, nada más que para mí...
Desde las Orcadas no podría contestar en la misma forma, pues tenía que limitarme sólo a escuchar, y sólo al día siguiente podría telegrafiar a Ushuaia o a la costa patagónica manifestando mis impresiones o contestando al llamado de los míos.
Pero todo eso, comparado con el insondable silencio anterior era mucho mejor, y así se cumplía una de las más grandes aspiraciones que había tenido en las Orcadas.
UNA AUDICIÓN
El 24 de mayo, desde temprano, se organizó el trabajo de recorrer íntegramente las instalaciones de la radio. Revisamos todo con detenimiento: la antena, la contra antena, los motores, los receptores... Por precaución resolví que la antena no fuera izada hasta último momento, pues podía sobrevenir algún temporal y dejarnos sin audición.
Baldoni ponía a punto todos los instrumentos, mientras yo, con los camaradas, trabajaba en los cables exteriores.
Luego vino la tarde, La impaciencia de todos era bien manifiesta, y a medida que avanzaba la hora establecida para la transmisión, se hacia más evidente la nerviosidad que flotaba en el ambiente reducido en que vivíamos.
Al trasmitir el noticioso de las veinte, el locutor recordó que a las diez de la noche se hablaría para los expedicionarios de la Orcadas.
Cenamos tarde, para hacer tiempo, y cuando Becker daba fin a su trabajo de ordenar los platos me acerqué a la cocina y le dije: -Preparé alguna cosa para cenar a la madrugada, nadie ha comido esta noche. Todos están nerviosos e imposibles de tratar...
Y como no podíamos soportar más aquella prolongada espera, nos fuimos a la habitación de Baldoni en donde ya estaba funcionando el receptor de radiotelefonía. Me coloqué un par de teléfonos, actitud que fue imitada por mis camaradas, y luego sintonicé la estación "LOT–Olivos".
Escuchábamos una transmisión de música, pero en cada intervalo el locutor decía: "Recordamos que esta noche a las diez trasmitiremos para las islas Orcadas. Están llegando los parientes de los expedicionarios".
Luego continuaba la transmisión, mientras nosotros no hallábamos posición adecuada en las sillas donde estábamos sentados.
Y llegó la hora.
"Islas Orcadas... Islas Orcadas...¡Atención!..."
"Vamos a dar comienzo a la transmisión especial que esta broadcasting dedica a los bravos expedicionarios de las islas Orcadas del Sur"
Luego el locutor con voz grave y pausada en la que nuevamente escuché un dejo de emoción, agregó alguna palabra de saludo indicando que después hablaría el director de aquella emisora, Este saludo en breves frases, poniendo el micrófono a disposición de aquellos que luego nos dirigirían la palabra. A continuación, el locutor dijo: "Vamos a trasmitir la marcha de San Lorenzo, cuyos acordes marciales llegarán por esta onda hasta los bravos muchachos del Antárticos".
Y acto seguido en los teléfonos, escuchamos las notas del canto guerrero. Nuestra impaciencia y nerviosidad eran evidentes. Un profundo silencio reinaba en aquella pequeña habitación, en la que seis hombres de extraño aspecto tenían teléfonos colocados sobre los oídos, mientras escuchaban la modulación de la palabra remota, con las cabezas apoyadas entre sus manos.
De improviso, Baldoni se volvió hacia mí diciéndome: -Voy a conectar el altoparlante, así escucharemos con más comodidad. No hay estáticos y la noche está en calma.
Poco después dejamos los teléfonos para escuchar la palabra del locutor que salía del como del altoparlante, y que dijo: -"Ahora el señor padre del jefe de la expedición va a dirigirles la palabra. Todos me miraron en silencio, mientras yo, impasible, tenía puesto mi pensamiento allá arriba, en el norte. Luego de unos minutos que me parecieron eternos, escuché la voz de mi padre que decía:
"Mi querido José Manuel y estimados jóvenes amigos: Destacados en la más austral región habitada del mundo, debido a una iniciativa del diario La República, a la benevolencia de tu jefe el Capitán Plate y a la gentileza del directorio de la broadcasting LOT –Olivos, que se presta gentilmente es que ustedes escuchan en este instante a los seres que en todo momento los tienen presentes. Están a mi lado tu madre, tus hermanos, y tu hermanito, y hablo por boca de todos ellos".
"No puedes imaginarte la emoción que sentí al recibir tu primera comunicación por radio que conforme a tu pronóstico , me llegaba un día antes de la fecha que había estipulado en el momento de tu partida. "La satisfacción que como padre y argentino experimenté en ese momento y al par mío, todos los que componen las familias de ustedes, no es para explicarla ante un micrófono, porque a éste le falta la expresión de sonriente alegría que solamente reflejaban otros sentidos y el corazón."
"Este feliz término de la instalación radiotelegráfica que , debido a la perseverancia y energía tuyas, que conozco, y a la de los demás camaradas, y que si bien entre las alegrías pudo haber despertado ciertos sinsabores inherentes a todo éxito, no dudo que será un paso adelante en la escala de tus méritos y que la superioridad lo tendrá en cuenta, ya que esta expedición que diriges, que ha sido tu anhelo y que has formado con elementos netamente argentinos que tan bien te secundan, ha llegado, por fin, a colocar un jalón más en el camino ascendente de los que conocemos la destacada actuación de la Oficina Meteorológica de nuestro país, y, aunque si bien es cierto que las ondas radioeléctricas pueden terminar con el encanto ideal y novelesco de esos inmaculados hielos, no es menos cierto que aquéllas acercan los corazones cuando inesperadamente nos llegan lacónicos, pero cariñosos radiotelegramas de ustedes."
Era todo oído y miraba a mis silenciosos compañeros que escuchaban la voz enternecida de mi padre, que luego prosiguió comentando noticias generales de sucesos que podían interesarnos, para luego terminar con estas palabras:
"Bueno querido hijo, No quiero recordarte las responsabilidades que tú y tus compañeros habéis contraído, con vuestros jefes, con vuestros padres y con el país, para que esa comisión pura y netamente argentina, por cuya formación tanto has bregado y de la que soy su padrastro, puesto que tus compañeros en su mayoría te fueron presentados por mí, no dejé de tener en ningún momento el elevadísimo concepto de lo que es cumplir con el deber."
"Tu informe debe ser el de un jefe argentino que ha demostrado su preparación y dirección eficaz en todo sentido, para que, al dejar ustedes aquellas soledades, los que los reemplacen encuentren el camino abierto para seguir y llevar adelante. los beneficios que se han conseguido con el empuje de los argentinos, como ustedes y que redundará después en beneficio de una de las más grandes riquezas de la patria."
"Si a los veinte años fuiste entre extranjeros a esas inhospitalarias tierras y reincides después para llegar a ser el más joven jefe de ese camino, lo que fue tu aspiración, haz que siempre conserve el orgullo de ser el padre de un muchacho de acción que solo, y que por sus propios medios, puja por conquistar su porvenir. Un fuerte abrazo y otro para tus compañeros de aventuras".
En el altoparlante resonaron prolongados aplausos y, cuando se acallaron el locutor dijo: "Dentro de breves instantes daremos la hora veinticuatro, pero esta vez el martilleo en las campanas del clásico carillón cederá su puesto a la orquesta de la estación, que anunciará ¡ un nuevo 25 de Mayo!, ¡Atención!".
Nos miramos sin intentar hablar ni una palabra, pues no queríamos herir el silencio a fin de no perturbar ni un solo sonido de los que salían del altoparlante, Afuera, el viento huracanado rugía en la noche y pasaba silbando por entre los cables de la antena.
Por momentos, un remolino sacudía con fuerza la débil construcción, y la nieve golpeaba con violencia contra los cristales de la ventana.
La estufa, situada en un rincón, estaba roja, por el carbón encendido, y la atmósfera se hallaba envuelta en las volutas de humo de las pipas y cigarrillos que consumíamos incesantemente, Jaramillo trajo una botella de whisky, y mientras servía los vasos los alargaba diciendo:
-Toma un trago para que tengas valor...
25 MAYO DE 1927
De improviso sonaron unas notas graves que hirieron los oídos y saltamos de los asientos para ponernos de pie. Era el Himno de la patria lejana que nos llegaba del norte, de cuatro mil kilómetros... Nosotros, allí en el sur, bloqueados por los hielos, lo escuchábamos de pie.
Vi que los ojos de Casariego se empañaban por las lágrimas, y cuando miré a Fállico y a Baldoni, estaban profundamente emocionados. Los labios de Jaramillo se agitaban como queriendo decir algo, y me di cuenta de que quería entonar las estrofas del Himno Patrio, hasta que, sobreponiéndose a la turbación de su alma, dejó oír su cálida voz de tenor.
Todos de pie, inmóviles, lo seguimos y, a no dudarlo, debió ser extraño el grupo que formábamos coreando aquella canción cuya música nos llegaba en alas del éter. Cuando se acallaron los aplausos que trasmitía el altoparlante, escuché que Jaramillo decía a Casariego, mientras lo palmeaba y le alargaba la botella de whisky:
- Sécate las lágrimas y toma un trago, No te aflijas: todos estamos igual. ¡Es de varón saber llorar!
Y el altoparlante, dijo:
"La señora madre del segundo jefe va a dirigirle la palabra".
Se hizo otro silencio y luego escuchamos que una voz decía como queriendo ocultar sus palabras:
"Por aquí, señora...No se emocione...Hable despacio..."
Y luego escuché una voz de mujer que con palabras entrecortadas por la emoción, quería decir:
"Querido hijo...Miguel Ángel... Yo quiero... quiero decirte..."
Y yo sentía que la garganta se me cerraba y me senté, apoyando mis codos sobre la mesa para taparme la cara con las manos."
" ...Todos aquí bien...¡Soy tu madre!..."
Y después otra pausa.
"Miguel Ángel..."
A mis espaldas estaba mi camarada. ¡Su hijo!
Jaramillo apoyo su cabeza sobre mi hombro y escuché un sollozo; no quise ni pude darme vuelta para mirar.
"Estoy bien... Soy tu madre..¡Hijo mío!"
Y también escuché que la voz del altoparlante lloraba.
Después, el locutor dijo: "La señora de Jaramillo, madre del segundo jefe, no ha podido continuar. Está muy emocionada y, si es posible, hablará más tarde."
Vino un número de canto a cargo de conocidos artistas y después el locutor anunció:
"La señorita Casariego dirigirá la palabra a su padre".
Y escuche que una voz infantil decía: "Papito ...¿ me escuchas?... Mamá está aquí y después, si tiene valor te hablará...Estamos bien. No te preocupes por nosotros que hemos sido fuertes y valientes para acceder a esta separación. Papito...¡Papito querido!...¿Cómo estás?...¿Hay mucha nieve?...¡Papito faltan ocho meses!"
Ya sabia a qué atenerme en lo que respecta a esas trasmisiones. Nos destrozaban el alma, pero habríamos sido capaces de matar si alguien hubiera osado interrumpirlas. Después hablaron a Baldoni y luego a Fállico.
Entre cada uno de esos discursos, interrumpidos muchas veces por los incontenibles sollozos de las madres y hermanas, se dejaban oír seleccionados números de música porteña, ejecutados por orquestas que gentilmente habían cedido su concurso.
Más tarde el locutor anunció:
"Ahora, Frau Becker va a dirigir la palabra al cocinero de la expedición."
Y después escuché una voz de mujer que, con pronunciado acento alemán, decía:
"Mein Conrad!...Recibí tu radiotelegrama y aquí estoy... Yo, bien, las gallinas bien y el perro... bien. No tomes mucha cerveza... Bueno...allá no hay, Pero a lo mejor tomas otra cosa, mucho cuidado ya sabes, esto no me gusta...Pórtate bien, mira que ahora tú también eres un criollo... Saludos...Auf wiedersehen!..."
Mire a Becker, y mientras tomaba su vaso de whisky, me dijo con un dejo de ironía:
- Siempre es así, ¡Ya no me deja tomar ni agua!... ¡Ella toma todo!...
Y luego, levantando su vaso hacia el altoparlante brindó:
- Prosit, mein Gretchen!
Y se lo bebió de un sorbo. Luego, incrédulo y pensativo, agregó.
- Y era ella...¡La misma, voz de ella!
La transmisión prosiguió, y nuestras vistas, fijas en el altoparlante, parecían querer penetrar en él para acercar aún más las almas hacia los que hacían llegar su calida palabra. En los relojes, de Orcadas eran las cuatro de la mañana cuando se dio fin a esa memorable primera audición.
Quedamos extenuados por el sufrimiento moral a que se nos sometió, pero con gusto derramamos aquellas lágrimas viriles cada vez que nos tocó escuchar la voz cálida y emocionada de los seres queridos.
BUEN HUMOR
Las comunicaciones radiotelegráficas y, en especial, la radiotelefónica del 25 de Mayo y 9 de Julio, tuvieron la virtud de quebrar la monotonía de esa vida aislada a que debían estar sometidos los componentes de las expediciones anteriores.
¡Que distinto me parecía todo ahora! Posiblemente, mis camaradas no podrían notar la diferencia que existía entre aquel nuevo medio de rápida comunicación con el mundo habitado y la soledad completa que nos rodeaba en las otras expediciones, en las que debíamos esperar el arribo de la nueva comisión para tener entonces las noticias atrasadas de la vida en el continente.
Ahora todo podía arreglarse con ayuda del telégrafo inalámbrico, pues aunque las comunicaciones particulares estaban algo restringidas para conservar el material y los motores en buen estado, no hubo impedimento para que pudiéramos enviar y recibir noticias de los parientes y amigos, de los que algunas veces nos llegaban consultas sobre asuntos de índole particular. Posiblemente había sido roto el encanto misterioso de las solitarias islas de hielo abandonadas en un rincón del mundo.
No podía existir más aquella poesía de lo ignorado de la vida que se desarrollaba más allá, pero aquel vínculo que nos unía al mundo lejano nos proporcionó enorme confianza personal, porque nos sabíamos ligados a la ayuda moral que por el éter podía llegar hasta nosotros.
Fue éste el motivo de que el buen humor y la tranquilidad reinaran en aquella expedición, aunque en algunos momentos los ánimos se desavinieran en entredichos pasajeros, pero éstos se alejaron con la misma rapidez con que habían aparecido, y luego, un noticioso cualquiera captado por Baldoni tenía la virtud de llevarnos a lugares remotos en los que se distraía la imaginación, contribuyendo a que olvidáramos por algunos minutos la vida aislada que con estoicismo llevábamos todos.